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Mostrando entradas de septiembre, 2024
Este verano lo he visto por primera vez. Un hombre pedía limosna en una calle transitada de la ciudad donde pasaba mis vacaciones, y en un recuadro de cartón rotulado a mano aportaba un motivo que indujera a la compasión: “ME HAN ROBADO EL MÓVIL. AYÚDENME”. No quisiera frivolizar sobre la situación de necesidad de esa persona, ni sobre el grado de precariedad que le ha llevado a tener que pedir por las calles. Pero sí me choca que, si antaño los mensajes similares apuntaban a algunos hechos, ciertos o no según los casos, tales como que el individuo carecía de vivienda, tenía mujer y cuatro hijos, o que se había quedado sin trabajo, ahora hay postulantes que piensan que una consideración que puede mover a los viandantes a solidarizarse es que se haya quedado repentina e injustamente sin su móvil. Supongo que será llover sobre mojado insistir en que una pandemia acaso mucho más grave que la famosa que arrostramos en los pasados años, y que tiene difícil vacuna, es la de la adicción al mó

Aprender a escribir mejor

Uno apenas necesita pasar unos minutos con los amigos, en una de esas eternas sesiones de terrazas veraniegas, para comprobar que todos tenemos infinidad de historias que contar. Historias propias, relatos de vecinos, de familiares, conocidos, personajes públicos, etc. No es que todas sean ciertas, ni todas benévolas, ni siquiera respetuosas, claro. Muchas de ellas se perderán en el olvido, y bien perdidas estarán, pero acaso haya miles de historias que hemos vivido nosotros o nuestros seres cercanos que merecerían perdurar. Por ejemplo, las que protagonizaron nuestros padres, abuelos, incluso bisabuelos, que de algún modo han configurado lo que somos en la actualidad, pero corren el riesgo de perderse para siempre a partir de la segunda generación. Hoy en día existen empresas de servicios de (auto)edición que garantizan que cualquiera que tenga algo que contar —y cuente también con saldo suficiente en su cuenta, claro— pueda hacerlo incluso en formato de libro. De ahí que conozcamos