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Mostrando entradas de septiembre, 2024

MATEO, EL ELEGIDO

Este viernes los logroñeses empezamos la fiesta. Algunos ya se ajustan el pañuelo al cuello y se preparan para pasar todo el día en la calle, en sus peñas, bares o chamizos, y solo volver a casa a recuperar sueño y salir de nuevo. Otros aprovecharán para poner tierra por medio y disfrutarán de esta posdata de las vacaciones estivales en parajes más o menos lejanos. Algunos, acaso los más aguafiestas, farfullarán sobre el dispendio de dinero público en charanga y pandereta, frente a lo que cuesta llegar a fin de mes o lo que sube la electricidad. En fin, cada uno vive la fiesta como quiere o como puede; pero nadie puede negar que la celebración sanmatea tiene una dilatada tradición, cuyos orígenes se remontan al siglo XII, con la feria anual organizada en acción de gracias por las cosechas. Siglos después, en XIX, un decreto de Isabel II fijó las fechas a mediados de septiembre, para luego hacerse coincidir con la festividad de San Mateo, y más tarde, en 1945, añadirse la denominación...

ME HAN ROBADO EL MÓVIL

Este verano lo he visto por primera vez. Un hombre pedía limosna en una calle transitada de la ciudad donde pasaba mis vacaciones, y en un recuadro de cartón rotulado a mano aportaba un motivo que indujera a la compasión: “ME HAN ROBADO EL MÓVIL. AYÚDENME”. No quisiera frivolizar sobre la situación de necesidad de esa persona, ni sobre el grado de precariedad que le ha llevado a tener que pedir por las calles. Pero sí me choca que, si antaño los mensajes similares apuntaban a algunos hechos, ciertos o no según los casos, tales como que el individuo carecía de vivienda, tenía mujer y cuatro hijos, o que se había quedado sin trabajo, ahora hay postulantes que piensan que una consideración que puede mover a los viandantes a solidarizarse es que se haya quedado repentina e injustamente sin su móvil. Supongo que será llover sobre mojado insistir en que una pandemia acaso mucho más grave que la famosa que arrostramos en los pasados años, y que tiene difícil vacuna, es la de la adicción al mó...

Aprender a escribir mejor

Uno apenas necesita pasar unos minutos con los amigos, en una de esas eternas sesiones de terrazas veraniegas, para comprobar que todos tenemos infinidad de historias que contar. Historias propias, relatos de vecinos, de familiares, conocidos, personajes públicos, etc. No es que todas sean ciertas, ni todas benévolas, ni siquiera respetuosas, claro. Muchas de ellas se perderán en el olvido, y bien perdidas estarán, pero acaso haya miles de historias que hemos vivido nosotros o nuestros seres cercanos que merecerían perdurar. Por ejemplo, las que protagonizaron nuestros padres, abuelos, incluso bisabuelos, que de algún modo han configurado lo que somos en la actualidad, pero corren el riesgo de perderse para siempre a partir de la segunda generación. Hoy en día existen empresas de servicios de (auto)edición que garantizan que cualquiera que tenga algo que contar —y cuente también con saldo suficiente en su cuenta, claro— pueda hacerlo incluso en formato de libro. De ahí que conozcamos...