Tal como anuncié la semana pasada, este miércoles 1 de diciembre presentamos Fábula 49/50, arropados por una madrina excepcional, Espido Freire. Ya habíamos contado con su apoyo tres años atrás, pero no deja de sorprenderme su altura intelectual y su capacidad para impartir una charla clara, amena, profunda y con asombrosa fluidez : 'Una fábula, un mito'. Imposible hacerle justicia esbozando un mero resumen aquí, así que ni lo intentaré.
A cambio voy a reproducir el editorial que abre este número doble 49/50, adaptado como tribuna en el diario La Rioja aparecida el mismo día de la presentación. Un recuerdo a los orígenes de la revista y su propósito, además de mi despedida como director. Aquí va.
Este miércoles 1 de diciembre se presentó el número doble 49/50 de la revista literaria Fábula, un jalón en un largo camino desde 1996. Que una revista literaria artesanal como la nuestra cumpla veinticinco años de vida es un motivo de celebración que no debería dejar indiferente a ninguna persona con sensibilidad para la cultura, y creo que ha sido y es un un factor clave en ese renacimiento literario que estamos experimentando en La Rioja en los últimos años.
Tal celebración invita a volver la vista atrás con cierta comprensible nostalgia a quienes la vimos nacer, crecer y desarrollarse. A mi memoria regresan escenas de mediados de los noventa, de ese grupo de antiguos alumnos letraheridos con los que organizaba encuentros para compartir literatura, razón profunda de lo que vendría después. Primero fueron tertulias semanales, ya fuera para comentar nuestras propias lecturas y creaciones, ya invitando a autores locales a quienes escuchábamos con reverencia. Luego, de modo natural, surgió la idea de crear una revista, proyecto no demasiado original en su concepto, pero que en cada reencarnación exige enormes dosis de entusiasmo. Así, nos lanzamos a dar vida a esta criatura, Fábula se llamaría (tampoco muy original, pero por fortuna el nombre no estaba tomado). Presentamos el primer número en un acto multitudinario en el Café La Luna de Logroño, hace algo más de un cuarto de siglo. Nadie pensó entonces que viviría tanto, yo el primero.
Desde su nacimiento Fábula ha estado muy vinculada a la Universidad de La Rioja, en concreto a los estudios de Filología, de donde provenían los primeros estudiantes que se ilusionaron con la idea. Luego estos se irían y vendrían otros, y el consejo editorial de la revista se ha ido enriqueciendo con las aportaciones de muchos colaboradores desinteresados que han aportado sus respectivos granitos de arena. Algún día habrá que escribir la historia de Fábula, de sus primeros pasos, de sus aciertos y errores, de su crecimiento y evolución en estos veinticinco años, y los que vengan. Por el momento, quisiera recordar que su vocación fundacional se ha mantenido estable, la de crear una comunidad de lectores que escriben y escritores que leen –una comunidad abierta, que evite ese error tan común de la cultura local que promueve clanes cerrados–; y la de proporcionar a centenares de escritores y artistas la oportunidad de compartir sus creaciones, esos pedacitos de alma que, si no existieran cauces como Fábula, quizá se pudrirían dentro. Buscamos crear un ámbito intermedio entre el silencio de la soledad lectora/creadora y el estruendo del mercadeo editorial; un ámbito fecundo en el que este objeto que pretendemos bello se convierta, no en una mercancía más, sino en un estímulo para entablar el gozoso diálogo entre creador y lector.
La revista Fábula ha cumplido veinticinco años, y parece que goza de estupenda salud. Siempre habrá nuevas metas, por supuesto, pero creo que el rumbo seguido en este tiempo es el correcto y no convendría desviarse mucho. En los últimos años la nave de Fábula surca las aguas con confianza y donaire gracias a la labor desinteresada del puñado de voluntarios que colabora en la elaboración de cada número. Por mi parte, tras este cuarto de siglo pilotando la nave, creo que ha llegado el momento de dejar el timón a otra persona. La principal aspiración de quien funda, supongo, es que haya quien continúe lo empezado. Las obras quedan, las gentes se van –dice la canción–, otros que vienen las continuarán. Y lo que sobra en el equipo actual es entusiasmo, amor por la literatura, y ganas de compartirla.
Así que, una vez más, larga vida a Fábula.
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