Hace quince años, Samira (nombre ficticio) acababa de
llegar con su familia de Marruecos. Con nueve añitos, tenía serias dificultades
para manejarse en el nuevo colegio con el nuevo idioma. Sin embargo, en el
centro le comentaron que podía acudir por las tardes a ciertas aulas de la
Universidad de La Rioja, donde unos jóvenes voluntarios le podían dar clases de
apoyo sin coste para su familia. Se trataba del proyecto “Apoyo escolar” de la
asociación Ayuda Social Universitaria de La Rioja (ASUR), que entonces se
desarrollaba en el mismo campus. Con el tiempo, Samira consiguió superar sus
dificultades de aprendizaje, empezó a sacar buenas notas, e incluso obtuvo
plaza en el grado de magisterio, donde acabó graduándose con buenos resultados.
A lo largo de sus cuatro años de universitaria, Samira fue voluntaria en el
apoyo escolar de ASUR y se dedicó a hacer con otros niños y niñas lo que habían
hecho con ella en su infancia. Ahora da clases en un colegio.
Algo que contribuye a fortalecer mi (en ocasiones
endeble) fe en el género humano es contemplar cada año la marea de estudiantes
universitarios que a lo largo del curso dedican un tiempo semanal a labores de
voluntariado. ASUR lleva tres décadas promoviendo la conciencia social entre
los universitarios, difundiendo la convicción de que la solidaridad es una
asignatura esencial de todo currículo personal. No hace mucho celebramos un
sencillo acto en el que se entregó un pequeño reconocimiento a cada uno de los 130
voluntarios que han participado en los diversos programas a lo largo de
2024-25. Desde 1995 han pasado ante mis ojos miles de estudiantes con similar
despliegue de entusiasmo y solidaridad, que me recuerdan que es propia de la
juventud la ilusión de mejorar el mundo, y que, si bien no es fácil cambiar las
estructuras, el pequeño o gran bien que podamos hacer en nuestro entorno cercano
se extiende como ondas concéntricas en un estanque. El caso de Samira no es
aislado. Una de las realidades más emocionantes de la trayectoria de ASUR es ver
cómo ha habido niños y niñas antaño beneficiarios del programa de apoyo que consiguieron
llegar a la universidad y desde ASUR prestaron apoyo escolar a otros menores.
Toda una cadena que multiplica la solidaridad. Estoy seguro de que habrá
centenares más de historias desconocidas, que no hace falta saber. De hecho, cada
año se constata una importante presencia de voluntariado con apellidos de
origen extranjero, lo cual es índice de integración e inclusión.
En casi todas las universidades públicas españolas la
gestión de programas de voluntariado se lleva a cabo desde la estructura y
presupuesto de la propia institución. ASUR sin embargo es una asociación sin
ánimo de lucro que sobrevive a base de subvenciones públicas, a veces capeando fuertes
temporales económicos. Confío en que el renovado equipo directivo de la UR siga
valorando el inmenso trabajo que desempeña y el impresionante retorno que
supone para la institución. No digo económico. Pero también.
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Foto de familia ASUR 2025 |
Aparecido en La Rioja, 27 de junio de 2025. Ver todas las columnas.
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