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DISIDENTE

Hace unos días se cumplió el segundo aniversario de la muerte de Fidel Castro, ese héroe de la revolución. A su vez unos días antes nuestro presidente Sánchez, que no se arredra ante los dictadores muertos, acudió a Cuba a estrechar la mano de uno vivo. Pues bien, me uno a tantas efemérides publicando en primicia un microrrelato sobre una pareja que se tuvo que marchar de un país parecido.




DISIDENTE

–Torcuato, m’hijo, baja ya de una vez, que el taxi espera.
          La esposa de Torcuato tenía el hígado en combustión. Esto era insoportable, inaguantable, sí señor. Llevaban meses esperando este evento. El sufrimiento de toda una vida se iba a ver, si no compensado, al menos reconocido. Acudiría una notable representación de la prensa (exceptuando a los de siempre), miembros del gobierno español, los anfitriones, decenas de invitados… Ella estrenaba vestido nuevo por primera vez en años. Pero el comemierda de su marido seguía sin bajar.
          Volvió a apretar el timbre, sin obtener respuesta. Torcuato había pasado muy mala noche, le había dicho, y había amanecido con el moño virao. Apenas había dormido, y en sus escasas cabezadas le habían asaltado las duchas frías, las rejas, las palizas, los ataques epilépticos... Nada nuevo, pero hoy había que tirar p’alante y poner buena cara. Hoy era su momento de triunfo, después de tanta tortura y tanto dolor. Y había que estar allí.
          La esposa del disidente volvió a respirar fuego y se planteó subir andando hasta el cuarto piso y arrastrarle escaleras abajo al taxi. Pero si subía no respondía de lo que podía pasar. Suspiró hasta lo más hondo de su diafragma y volvió a apretar el pulsador desesperadamente.
          – Torcuato, me cago en la mierda. ¡Cómo no bajes…! 
          Pero no acabó. La esposa del disidente había soportado opresión, pobreza, clandestinidad, cárcel, policía secreta, violaciones de derechos… Había gastado la flor de su juventud esperándole, y, contra todo pronóstico, le había sido fiel. Pero esto, esto, esto no había cristiano que lo aguantara.



foto de Denny Müller, en Unsplash

 

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