Esta semana que termina he
asistido a un par de encuentros relacionados con lo literario. Para ambos
recibí invitaciones personalizadas, e incluso recordatorios. Es decir, de algún
modo me sentí obligado a comparecer. Luego he comprobado que la personalización
era más de índole organizativa que afectiva;
pero, en fin, siempre estamos dispuestos a dejarnos querer, ¿no?
El
primero se trataba del III premio de novela Bodegas Solar de Samaniego,
celebrado el jueves en la sede de estas sita en Laguardia (Álava). Se concede a
un libro ya editado que, a juicio del jurado, una asociación nacional de
libreros, ha madurado unos meses en barrica y merece volverse a catar. En esta
ocasión recayó sobre Señales de humo
(Manual de literatura para caníbales I), de Rafael Reig.
Al
acto comenzó puntual a las 20.30, en el impresionante Espacio Medio Millón
decorado con murales de Guido van Helten. Hablaron los representantes de la
bodega, el presidente de Librerías Independientes, el editor de Tusquets y
finalmente Rafael Reig, a quien conozco desde la inolvidable velada en la que
vino a presentar Fábula en 2012 (VER) Comenzó
afirmando que era el hombre más feliz que había en la sala, y siguió
improvisando unas palabras de agradecimiento con su habitual humor y
campechanía, para concluir que dos de los mayores logros de la Humanidad son la botella
y el libro. Con esta convicción, finalizado el protocolo los invitados fuimos
conducidos a una sala contigua donde degustamos una excelente cena-cóctel de
alta cocina.
Me
llamó la atención la extremada elegancia de los asistentes al acto, casi más
propia de una boda. El atuendo de alguna dama podría incluso encajar en la
ceremonia de los óscares hollywoodienses. Pero lo que más me llamó la atención
fue la ausencia de personas del ámbito cultural o literario riojano. O, al
menos, que yo conociera, pero creo que conozco a muchas. Yo acudí solo al acto,
confiando en que saludaría a decenas de viejos conocidos, pero al principio,
viendo la concurrencia, llegué a temer que me pasaría toda la velada meditando
tímida y solipsistamente ante mi copa de reserva. Por fortuna, el destino me
reservaba la irrupción providencial de Evelyn y Rakel, con las que pasé un rato
muy agradable charlando y luego echando unas buenas risas al lado de Rafael
Reig.
Al
terminar nos despidieron con el obsequio de un ejemplar del libro galardonado y
con un vale para una comida y visita guiada a las bodegas. En fin, estoy
persuadido de que hice bien en aceptar la invitación.
La segunda fue otra invitación,
algo más modesta, a tomar café en la flamante sede de Casa del Libro en
Logroño, auspiciada por la joven editorial madrileña ViveLibro. Nos congregamos
un puñado de oyentes/contertulios de lo más variopinto, desde un joven cocinero
con ganas de publicar un libro de cocina vegana hasta un prestigioso profesor
jubilado que una hora después presentaría su libro en el mismo foro.
ViveLibro se dedica mayoritariamente a la autoedición, y ofrece
servicios en las diferentes fases del proceso: corrección estilística y
tipográfica, maquetación, impresión, distribución y promoción. Así, por
ejemplo, según el folleto que nos distribuyeron, una presentación en la
librería de Madrid cuesta 150 €, una reseña en un blog afín 20 €, una
entrevista en Capital Radio 90 €, etcétera.
Me dio la impresión (valga la redundancia) de que los de ViveLibro son
muy transparentes con sus prestaciones y objetivos. Nieves, una encantadora
dama que ha publicado su última novela con ellos, se deshacía en elogios por la
labor honesta y eficiente de su editor. También ella había tenido alguna
experiencia negativa en el pasado con otro editor que se había fugado con sus
ganancias, pocas o muchas (ver al respecto mi entrada antigua).
Yo nunca he recurrido a la autoedición, pero comprendo que es cada vez
más común. ViveLibro es una entre centenares de empresas similares que intentan
competir con el abusivo gigante de las ventas, Amazon, que también lo es de la
autoedición, para dar oportunidades a autores que no consiguen que las
editoriales más tradicionales les abran sus puertas, o no se molestan en
llamar.
Hay compañeros escritores que denigran este tipo de edición argumentando que
cualquiera se lanza a publicar un libro, sin necesidad siquiera de dominar el
nivel básico de la escritura, la corrección ortográfico-sintáctica; o que
saturan el mercado ya demasiado saturado (80.000 títulos nuevos al años, y
creciendo) con libros que nadie ha evaluado. Pero conviene recordar que las
grandes editoriales tampoco garantizan la excelencia de sus autores, e incluso,
en el puro afán mercantilista, consienten fraudes mucho peores, como enemplear
a escritores en la sombra (los llamados “negros”) para apuntalar, corregir e
incluso construir los textos de celebrities,
presentadores de televisión o youtubers.
Al menos la autoedición de empresas como ViveLibro no engaña. Y parece que
trabajan bien.
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