LIBERTAD, SIN
IRA
Esta mañana,
escuchando la sección “Canciones Prohibidas” de RNE, nos recordaron la famosa
“Libertad sin ira”, de Jarcha. Su estribillo martilleó mis oídos infantiles en
la segunda mitad de los setenta (creo recordar que TVE repetía el clip de
continuo a partir de cierto momento), pero hoy me emocioné al escucharla tras
muchos años de olvido. El tono sereno pero reivindicativo del solista masculino
se combina a la perfección con el contrapunto del coro femenino (“Pero yo solo
he visto gente…”) para lograr con eficacia el mensaje de apertura: “Porque hay
libertad, sin ira, libertad. / Y si no la hay, sin duda la habrá”
Precisamente
en estos días conmemoramos los cuarenta años desde las primeras elecciones
libres tras la dictadura, y al hilo de la que fue “canción prohibida” (aunque
luego privilegiada), cabría preguntarnos: tras cuatro décadas de costosa
democracia, ¿se cumplió este deseo esperanzado? ¿Hay libertad ya en España?
Me permito
sugerir unas pocas preguntas del test (son ampliables):
a) ¿Puede un
honrado comerciante poner libremente un letrero en castellano en el escaparate
de su tienda si vive en Cataluña?
b) ¿Puedo
circular por los barrios de San Sebastián (o Donostia, tú) con la bandera de mi
país en mi vehículo?
c) ¿Puede un médico
negarse a destruir un embrión humano porque piensa que ya es una vida que late?
d) ¿Puede un
profesor/ historiador conjeturar en público que, en su humilde y equivocada
opinión, otro desenlace de nuestra guerra civil también habría acarreado una
dictadura, acaso aún peor?
e) ¿Puede
circular por nuestras ciudades un autobús que afirme la atrocidad de que los
niños tienen pene y las niñas no?
Por supuesto,
siempre se puede decir que en mi casa, con las ventanas cerradas y las
persianas bajadas, puedo opinar lo que quiera. Pero eso siempre se ha podido
hacer en las peores dictaduras. Eso no es libertad. La libertad tiene que ver
con la aceptación externa de la pluralidad, y la pluralidad respeta opiniones o
posicionamientos que pueden parecer equivocados, o distintos de los que admite
la (maleable) opinión pública de cada época.
En fin, si acaso alguien pensara que
los tiempos no cambian tanto, que lo que cambian son los colores, siempre se
puede consolar apelando al futurible de la canción de Jarcha:
“Y si no la hay, sin duda la habrá”.
(Qué tengáis buen agosto. Nos leemos a
la vuelta)
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