EDITORES QUE
NO PROMUEVEN
Dos
innovaciones han revolucionado el panorama editorial actual. Una es el libro
electrónico, que las grandes editoriales han puesto a su favor adaptándose al
formato digital y, aun más, sacando unas ganancias desproporcionadas por cada
libro sin papel, sin transporte ni almacenaje y sin librero.
La segunda es la proliferación de
portales de autoedición, que permiten a cualquier juntador de palabras subir
sus creaciones a una plataforma y comercializarlas on-line o en edición impresa a la carta. Si antaño el autor
autoeditado debía al menos arriesgar cierto capital, ahora ni siquiera es
necesario: este proceso editorial solo da ganancias, pues no se imprime ningún
ejemplar que no esté previamente pagado.
Tal democratización de la creación
literaria –que he comentado más oblicuamente en el pasado (Ver “Cuatro libros y un funeral”)– no ofrece excesivas garantías de calidad. Al menos el editor
tradicional –no hablo del impresor disfrazado de editor– suponía un filtro que,
según el prestigio de la editorial, garantizaba que lo que se publicaba no solo
le parecía genial al propio autor y a su amante madre.
Pero hoy en día, en un panorama
editorial saturado de decenas de miles de nuevos títulos anuales, no basta con
que el editor garantice un mínimo de calidad. Tampoco basta con que edite unos
libros gratos a la vista o al tacto. Los portales de autoedición lo pueden
hacer igual de bien. El editor, aunque sea pequeño-mediano, tiene que seguir
siendo un elemento clave en la promoción de sus títulos, y ser capaz de
abrirles un hueco en las estanterías, en las librerías, en los medios y en la
sociedad.
Igual que una persona que ha hecho un
cursillo de primeros auxilios y ha leído un par de libros de anatomía no puede
establecerse como médico, del mismo modo el mero hecho de ser un ávido lector o
de emocionarse con el olor del papel no capacita para meterse a editor. Hace
falta tener conocimientos del mercado editorial y de los mecanismos de
promoción, además de disponer de tiempo y recursos para trazar estrategias
imaginativas y llevarlas a cabo.
A veces te encuentras con editoriales
medianas de ámbito provincial que se contentan con organizar una o dos
presentaciones (en las que el autor debe comprometer a amigos y conocidos para
llenar el salón), y con vender un número de ejemplares en convocatorias de
adquisición promovidas por comunidades autónomas y ayuntamientos. Las entidades
convocantes tranquilizan su conciencia institucional adquiriendo miles de
libros, que pasan a cubrirse de polvo en los sótanos funcionariales, pensando
que así están “fomentando la literatura de aquí”. Pero puede que en la mayoría
de los casos estén en realidad atrofiándola, pues malcrían al editor local
garantizándole la rentabilidad de una tirada sin que este tenga ya que
esmerarse en su promoción por circuitos más interesantes. Y así, con la
presentación en el ateneo local y con la venta a la Diputación, el editor se
saca su 90% del P.V.P. (o el 100 % si es de los que no liquidan), lo que le
permite no solo ir tirando, sino seguir posando como quijote de las letras
autóctonas y recibir el incienso de los botafumeiros locales.
En fin, concluyo con esta estampa mi tríptico sobre
los editores. No es tanto una diatriba amarga como un deseo esperanzado de que,
como autor, pueda descubrir verdaderos profesionales del sector, y no
aprendices o embaucadores. Espero que, a pesar de todo, los buenos me sigan
queriendo en el futuro. Y si alguno piensa que tengo algo de razón y toma
alguna medida, algo se habrá ganado…
EXCELENTE ARTICULO CARLOS. Me preguntaba si no es posible que las ventas de tus libros no te lleguen en su totalidad. Que impide a la editorial después de vender 100 de tus ejemplares, editar 100 ejemplares más, para cubrir la estafa de venta y tu no enterarte ni recibir ni un euro ????. Si gustas contestarme házmelo saber. Un abrazo
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