“El
oficio de escritor es una carrera de fondo”
El martes 5 de junio, Marta Rivera de la Cruz,
finalista del Premio Planeta 2006, clausuró el III Taller de creación y crítica
literarias.
La invitada comenzó explicando cuáles son, desde su propia vivencia, las funciones principales de la literatura: entretener, aprender más de uno mismo y del mundo y evadirse de una situación desagradable.
La invitada comenzó explicando cuáles son, desde su propia vivencia, las funciones principales de la literatura: entretener, aprender más de uno mismo y del mundo y evadirse de una situación desagradable.
Foto y notas, Ascen Jiménez |
La escritora afirmó que “solo hay una manera de
aprender a escribir: leyendo y escribiendo”, pero se debe leer “con un
destornillador en la mano”, usando la expresión de García Márquez, es decir,
hay que esforzarse por averiguar los elementos que han convertido a una obra o
a un pasaje en un texto que atrapa. Recordó algunos de sus primeros libros
infantiles, como Las travesuras de
Guillermo. El Werther, que leyó a
los quince años, supuso un punto de inflexión: entendió que la literatura podía
ser una forma de conocimiento propio, de aprendizaje de la sensibilidad, no
solo un entretenimiento.
Marta Rivera de la Cruz explicó que el oficio de
escritor no es “un sprint sino una carrera de fondo”, en la que la novela que
cuenta es siempre la última y ejemplificó esta idea con su experiencia: su
primera novela, Que veinte años no es
nada, obtuvo el Premio Ateneo de Sevilla y un gran éxito de ventas y de
crítica. Sin embargo, las dos siguientes no corrieron la misma suerte, por lo
que pasó cinco años en los que únicamente escribía por encargo para poder subsistir.
Por suerte, una anécdota le hizo reaccionar: una editorial le pidió que hiciera
de “negro” para un personaje conocido; rechazó la oferta, pero esta le hizo
replantearse su vocación, y el fruto fue su novela En tiempo de prodigios, con la quedó finalista del Premio Planeta
en 2006, hecho que le ha cambiado la vida. Sin embargo, confiesa que “sigo
viviendo la bonanza desde la distancia”.
Además, la escritora aprovechó
para hacer una crítica de la edición en España: se publican demasiados libros
cada año y habría que plantearse cuántos títulos puede asumir nuestro país. Las
cifras de ventas que publicitan las editoriales suelen estar infladas: 2.000
ejemplares vendidos sería una cifra aceptable; 10.000 ya supone un éxito
editorial; 50.000 te convierten en best-seller.
Cuando una editorial anuncia que tal autor ha vendido 150.000, suele ser una
especie de hipérbole. Por otro lado, las editoriales deberían racionalizar el
precio de los libros electrónicos, ya que los costes son mucho menores que en
papel. Que un libro electrónico cueste unos 16 € es un abuso, y una muestra de
codicia por parte de las editoriales.